«En un momento
determinado, la censura había transformado la personalidad: la gente había
perdido la costumbre de utilizar activamente su imaginación y la de pensar por
“cualidades”, puesto que ya no estaba permitido. La pérdida de la facultad de
la imaginación activa arrastró necesariamente consigo la observación rigurosa
del mundo material y ésta se tradujo en una actitud de respeto por toda
información cuantitativa, y de sospecha hacia toda aserción de orden
“cualitativo”» (p. 241)
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